Por Adriana Espinoza.
Por regla general tenemos la costumbre de quejarnos mucho de todo, pero nunca pensamos que también nosotros podemos contribuir a mejorar las cosas. Hace pocos días se celebró la primera reunión del AMPA de un colegio de Carmona y apenas si hubo asistencia. Pero no sólo eso, sino que entre los asistentes nadie tenía tiempo ni estaba dispuesto a dedicar su energía para organizar ningún tipo de actividad en beneficio de los niños.
Esto, por desgracia, no es una excepción, sino el día a día en muchos centros educativos. ¿Por qué tenemos esa capacidad para criticar y tan pocas ganas de hacer cosas? Al fin y al cabo, los beneficiados son nuestros hijos y nosotros mismos, puesto que se supone que ellos son los que más nos interesan.
Tenemos tendencia a pensar que los demás deben resolvernos los problemas, pero cuando nos ofrecen un sistema sencillo para ser participativos nos echamos atrás. De vez en cuando surge un problema. Por ejemplo, que nuestro niño se ha caído en la calle porque están haciendo obras en nuestro colegio. No hay bastantes medios de seguridad para evitar este tipo de problemas, o sencillamente los prometidos policías locales no pueden venir porque están en otros colegios y además el nuestro es tan pequeño que nadie se acuerda de él.
Entonces, una madre enfadada decide escribir una carta al Ayuntamiento, pero claro nadie le hace caso porque “por una sola persona no voy a perder mi tiempo”, dirá el concejal de turno. En esos momentos uno se acuerda del AMPA, siempre se puede presionar más desde un colectivo con la misma problemática que nosotros, pero como nadie tiene tiempo para esas cosas tan nimias, pues todo queda en el olvido.
El niño se cae y con un poco de suerte esta vez no le pasa nada y así sigue pasando el tiempo y las cosas no cambian. Pero nosotros seguimos criticando en la puerta del colegio, que para eso sí tenemos tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario